Viajando por tierra patagónica, los
vuriloches nos dejaron esta historia de entrega.....
Daniela López Casenave |
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Flor del Amancay (leyenda)
Autor: Marta Carbonero
En la zona de Ten-Ten Mahuida,
hoy conocido como Cerro Tronador, habitaba la tribu Vuriloche, cuyo nombre
luego se deformaría para denominar esa bella comarca andina.
Quintral, el hijo del cacique de
la tribu, era admirado por las jóvenes debido a su valentía y fortaleza. Entre
todas ellas había una que, además de admiración, sentía un profundo amor por
él, pero su condición humilde le impedía siquiera imaginar la posibilidad de que
el joven se fijara en ella. Amancay, tal era el nombre de la hermosa joven, no
era indiferente a Quintral. Muy por el contrario, él sentía que su corazón se
inflamaba cada vez que la morena joven se encontraba cerca, pero sabía que su
padre jamás aceptaría que él la desposara.
Un día, varios integrantes de la
tribu comenzaron a morir a causa de una extraña enfermedad. La epidemia no
tardó en extenderse, y también Quintral cayó gravemente enfermó. Aquellos que
aún se encontraban sanos comenzaron un éxodo que les permitiera alejarse de los
malos espíritus que estaban diezmando a su gente.
Quintral empeoraba cada vez más,
y en medio del delirio y la fiebre no dejaba de pronunciar el nombre de su
amada Amancay. Su padre consultó a su consejero y este le contó sobre el amor
profundo y silencioso que existía entre ambos jóvenes. Viendo el grave estado
de su hijo, el cacique envió a sus mejores guerreros a buscar a la muchacha.
Mientras tanto, Amancay había
consultado a una Machi para que la ayudara a encontrar una cura para su amado
Quintral. La anciana le reveló que la única forma de salvar al joven era
prepararle una infusión con una flor amarilla que crecía en la cumbre del
Ten-Ten Mahuida, y Amancay no dudó en ir en su busca. El ascenso no fue
sencillo, pero ella no cejó en su esfuerzo. Por fin logró llegar a la cima de
la montaña y encontrar la bella flor, pero no se percató de que el gran cóndor
la observaba desde las alturas.
Tan pronto como Amancay arrancó
la delicada flor, el cóndor descendió junto a ella y le recriminó haber tomado
aquella flor que pertenecía a los dioses. Con voz de trueno dijo que los dioses
lo habían puesto como guardián de las cumbres y todo lo que en ellas se
encontraba, y a pesar de que la joven pidió disculpas y explicó la situación en
la que se encontraba Quintral, el imponente ser no quiso escuchar razones. Al
ver que las lagrimas brotaban de los ojos de la muchacha, el cóndor le propuso
entregarle la flor a cambio de que ella le diera su propio corazón. Amancay no
dudó. Después de todo, ¿de qué le serviría su corazón si no tenía a nadie a
quien amar?
La joven se arrodilló frente al
ave y sintió como el potente pico habría su pecho en busca del delicado
corazón. Sus labios se abrieron y una débil voz pronunció por última vez el
nombre de su amado Quintral. El cóndor, conmovido por el amor que hasta último
momento demostró la joven, con delicadeza tomó el corazón con una garra y la
flor amarilla con la otra para luego elevarse majestuosamente.
El cóndor voló hasta la morada de
los dioses, sin darse cuenta que gotas de la sangre de Amancay salpicaban no
sólo el camino sino también la delicada flor. Una vez en su destino, imploró
que le permitieran llevar la cura para Quintral y que crearan un recordatorio
para que el sacrificio de la joven no fuese olvidado. Ambas cosas fueron
concedidas, y de cada gota de sangre que cayó en los valles y las montañas
nació una bella flor amarilla con gotas rojas que se convirtió en símbolo de
amor incondicional. Desde ese día, quien regala una flor de Amancay te entrega
su corazón.
Hola chicas, que lindas las leyendas autóctonas, tienen un montón de leyendas para agregar, como la de la piedra movediza de Tandil, que los lugareños comentan que era el corazón de una princesa india ...el resto se los dejo para ustedes.
ResponderEliminarCariños.